A veces la gente se
pregunta si la vida tiene sentido. Y si merece la pena vivirla. Al
fin y al cabo, cuando desaparecemos, no dejamos mucho más que
trastos inútiles que estorban, por lo que no es raro sorprenderse a
uno mismo pensando “¿de qué le sirve al mundo que yo puntualmente
forme parte de él?”.
Pues bien, cuando en
algún momento mi cabeza me ha asediado con esas preguntas, sólo he
podido llegar a la conclusión de que la utilidad de una vida
consiste en dejar algo que trascienda a nosotros mismos y a nuestra
finitud. Es decir, en ser útiles para los demás. En ayudar, en
hacer feliz a alguien... en dejar algo que no nos vayamos a llevar
con nosotros cuando desaparezcamos de aquí. Todos nuestros logros
egoístas se desvanecen cuando dejamos de existir, pero todo lo que
hayamos hecho por los demás hará que nuestra vida ya haya valido la
pena. Se quedará aquí cuando nosotros no estemos.
¿Y a qué viene todo
esto? Pues a que así es como decidí pasar a la acción. Luchar por
un mundo mejor, sembrar felicidad y amor y mejorar la vida de todo
aquel que lo pudiera necesitar, siempre que estuviera a mi alcance, y
“todo aquel” incluía familiares, amigos, vecinos, gente que no
conociera de nada pero que pudiera necesitar ayuda, animales que
esperan tras una reja una vida mejor y sólo encuentran la frialdad
humana y la muerte, o incluso esos otros que, si nada cambia,
acabarán en nuestro plato.
Han pasado muchos años
desde entonces, y ellos, los animales, los más necesitados, son los
que han dado sentido a un proyecto que a base de esfuerzos y mucho
tesón se está haciendo realidad. Ellos protagonizan la historia, la
historia de un propósito que poco a poco se va forjando y tomando
forma. Ahora les ayudan, les ayudamos, varias personas, gente que he
ido conociendo, corazones de oro que brillan entre la multitud y
ofrecen su grano de arena para construir un lugar más cálido y dar
a los verdaderos sin voz todo lo que necesitan. Creo que nunca podré
expresar como se merece toda la gratitud que siento hacia todo aquel
que me ha ayudado a ayudarles, a todos los que han decidido formar
parte de esto, de este hogar donde no hay distinciones de especie,
donde un cordero tiene nombre y no precio, donde un perro abandonado
encuentra afecto y alimento, donde gatos, cabras, gallinas... y tú y
yo tenemos cabida, donde todos somos iguales, donde los animales
empiezan una nueva vida.
Por eso, desde El Rebrot
de l'Horta, asociación a través de la cual financiamos este
proyecto cultivando verdura ecológica, queremos presentar El Rebrot
de la Vida, centrado en ellos, en sus vidas, que rebrotan cuando
estaban condenadas. Mediante este colectivo, queremos dar una nueva
vida a todos los animales que nos sea posible, cuidarles,
alimentarles, darles cariño y un hogar, gestionar adopciones...
Puede parecer absurdo
vivir para entregar tu vida a una causa, a otras vidas, a los
animales, a una idea, pero es gratificante mirar a un animal a los
ojos y saber que si no te hubieras cruzado en su camino, su suerte
habría sido bien distinta. Sentir que no sólo no formas parte del
engranaje que trata a los animales como medios y como productos, sino
que además eres una pequeña herramienta que ayuda a desmontar ese
maldito engranaje, proporciona una enorme sensación de anormonía y
paz con el entorno. Y guiados por esta sensación trabajamos para
ellos, los animales, en El Rebrot de la Vida, desde hace ya más de
un año, viviendo sin provocar sufrimiento y tratando de evitar dolor
a aquellos animales que lo padecen por nuestra culpa.
Pero aún queda mucho
trabajo que hacer, dentro y fuera de este hogar, su hogar. Hay mucho
que luchar y mucho que cambiar. Necesitamos mejorar las
instalaciones, acondicionarlas, ampliar el espacio para que los
habitantes de este hogar se sientan cómodos, darles una buena
alimentación, informar a la población de la posibilidad de vivir
sin dañar, difundir el mensaje: el de la necesidad de cambiar de
paradigma. Ni el planeta ni sus habitantes nos pertenecen. No somos
sus dueños, no son nuestra propiedad, y tenemos la capacidad de
vivir sin prejudicarles. Hagámoslo.
¡Muchas gracias!